miércoles, 5 de mayo de 2010

Palomo Linares y el último rabo de la historia de Las Ventas

(Tomado del abc.es y del blog depitonapiton)
El torero jienense cortó, el 22 de mayo de 1972, el último rabo logrado en Madrid, un hecho excepcional en la primera plaza del mundo, que, sin embargo, estuvo rodeado de una gran polémica, pues la decisión del presidente (juez de plaza) en turno, de apellido Pangua, le pareció excesiva al exigente público madrileño. Al siguiente día fue destituído el presidente.

Esa tarde actuaba el torero mexicano Curro Rivera, quien había cortado ya cuatro orejas, pero para que el resultado no quedara en empate, el juez otorgó el rabo a Palomo Linares, quien finalmente cosechó cuatro orejas y un rabo, imponiéndose así al de México.



El último rabo obtenido en la plaza de Las Ventas lo había cortado Manolo Bienvenida en 1936, poco antes de que se iniciara la Guerra Civil, y desde entonces nadie más lo ha vuelto a cortar.

Palomo Linares y el último rabo de la historia de Las Ventas
«¡Un rabo para Palomo Linares en Las Ventas!», rezaba en letras grandes la portada de ABC, junto a una imagen del torero jienense exultante de felicidad y mostrando sus trofeos a los tendidos. No era para menos.
 
El de Palomo Linares fue, por lo tanto, «un hecho excepcional en la primera plaza del mundo», que, sin embargo, estuvo rodeado de una gran polémica y multitud de críticas hacia el presidente que concedió tan prestigioso trofeo.
Fue aquella tarde del 22 de mayo de 1972, posiblemente la mayor controversia que se haya visto en Las Ventas, a pesar de la buena faena cuajada por el diestro al toro «Cigarrón», de la ganadería de Atanasio Fernández.
 
Así la describía Selipe en el diario «Ya»: «La faena, en el platillo, la principió nada menos que con siete pases de rodillas, y ya siguió la labor con vibrante impulso por parte del muletero, que, al candor de la res, incorporó un afán digno de todo encomio».
 
Para ABC, sin embargo, el rabo de Linares no fue más que «la anécdota de la Feria de San Isidro». «Como anécdota y no como otra cosa hay que considerar el rabo que le concedió el presidente Pangua –podía leerse en la edición de «Blanco y Negro» el 27 de junio de aquel año–. El señor Pangua, empeñado en otorgar trofeos a diestro y siniestro con una borregada de Atanasio Fernández, regaló nueve orejas y, por si fuera poco, embalado ya en su fiebre orejófila, otorgó el rabo».
 
El diestro de Jaén consiguió en aquella corrida –completaba con Andrés Vázquez y Curro Rivera–, otras dos orejas con el otro toro de su lote y significó, más allá de las polémicas, una fecha histórica para Palomo Linares y para sus enorgullecidos paisanos.
Desde aquel momento Linares se convirtió en un fenómeno social.
 

No hay más que leer la crónica que firmó Antonio Díaz-Cañabate en ABC, publicada dos días después, para ver el nivel de la histórica controversia, como siempre presentada por el crítico en una original conversación ficticia entre dos aficionados que salen de Las Ventas: «Nada de copas señor Benito, que lo que tenemos que tratar es muy serio. 
Ten en cuenta que en este momento tenemos tú y yo un rabo en el cuerpo que nos pega cada coletazo que a mí, por lo menos, me balda. Aún no he salido de mi asombro. ¡Vamos! ¡Vamos! ¿Tú te lo explicas? La faena de palomo en el quinto toro había sido mejor que las suyas habituales, algo más reposada y más ligada, con menos retorcimiento de la figura. 
Convivimos en que dada la benevolencia del presidente cortaría las dos orejas. Las teníamos descontadas. Entra a matar. Se entrega con todo pundonor para que no se le escapen las orejas. El toro lo trompica y lo derriba. Se levanta el torero muy espectacularmente. El toro muere. Rapidísimamente el pañuelo presidencial concede una oreja. ¡La otra! ¡La otra! Inmediatamente es otorgada. ¿Por qué no? Para eso estamos, para complacer al respetable público. Y se oyen gritos de “¡El rabo! ¡El rabo!”. El presidente se apresura a concederlo. ¿Por qué no, si la gente está muy contenta? ¿Qué significa un rabo? Cuatro pelos mal contados. ¡Pues entonces para luego es tarde y a quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga…!».
En el diario Pueblo, por su parte, describían la faena de Palomo Linares como «larga, templada y limpia». «Palomo se entregó con ilusión en una verdadera orgía de pases despaciosos con el público entregado y enfervorecido», añadía antes de contar como el torero salía con la taleguilla destrozada al entrar a matar, dejando únicamente media estocada. «El señor Pangua, rompiendo la tradición de esta plaza, le otorga un rabo, que pasea por el ruedo entre el fervor popular», concluía.
Así fue la faena de Palomo Linares a «Cigarrón», polémica hasta el extremo, pero, sin duda, histórica. ¿Habrá este año algún torero capaz de arrebatarle ese trono al torero de Linares, 37 años después?

0 comentarios:

Publicar un comentario

Share

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites