jueves, 14 de enero de 2010

Un finísimo diestro de Chiva

Colaboración de Julio César López

En 1971 un finísimo llanto se escucho en los alrededores de esta tierra española. Una provincia de Valencia vio nacer un ídolo, un hombre con la capacidad de crear arte con los detalles más encarnados, teñidos de una grana intensa y confeccionada con la fina tela de la tauromaquia.


Enrique Ponce ha cautivado con su toreo estético, ultra conservador han declarado muchos, pero el estilo sobrepasa las maneras de torear, el toreo a pie que ha emergido desde su alma, ha brotado por su cuerpo y ha llegado a miles de corazones en los tendidos, saciando así su sed de arte.
Descendiente de una gran estirpe, nada menos que del matador de toros Rafael Ponce “Rafaelillo” su gusto por la tauromaquia y la presencia del toro de lidia influyeron en su vida, terminaron por marcarle la existencia hasta nuestros tiempos.
15 años después de su nacimiento, los baezanos fueron los primeros en contemplar lo que se presagiaba seria un futuro lleno de consagraciones, pinceladas de buena torería se hicieron presentes en la población de Jaén, las nada incipientes muestras de gallardía de un torero joven con hambre de triunfar.
Pareciera que el verdadero Espíritu Santo de Las Ventas de Madrid se transmutaría en una canonjía transcendental en la primer presentación del Valenciano, debutaría en este coso madrileño junto al Gerenense Antonio Manuel Punta y el oriundo de Utrera Sevilla, Domingo Valderrama, con novillos de reconocido abrevadero lusitano, ganadería de Pereira Lupi, enfrentándose al negro Yeitoso, nombre necesario y especial para demostrar su aprendizaje en Valencia desde los diez años.
Llego la alternativa en 1990 los Valencianos esperaban el intercambio de trastos de mano de José Miguel Arroyo “Joselito” fungiendo como testigo Miguel Báez “Litri” el toro que se encargó de hacer el honor de encaminar al diestro llevaba el nombre de “Talentoso” el momento se encargó de poner sobre su mesa los presagios, astados con nombre y fortaleza, al principio serian el vaticinio de una vida de éxitos y triunfos, a esa altura tenía en su haber un total de 101 novilladas y 111 orejas cortadas con el alfanje de la voluntad.
Rafael de Paula se encargó de apadrinarlo en su confirmación en las ventas el 30 de septiembre de 1990, el alicantino Luis Francisco Esplá como testigo, Enrique se fajó con el astado de nombre “Farruco” el toro con toda la barba gallega por su progenie.
Dos años más tarde el mayor coso metropolitano de nuestro país la Plaza de Toros México, lo acogió como a un advenedizo esperado, esos que con duende se presentan y saben cautivar la plebe con su talante, recio y fuerte como siempre, fue recibido por nuestro Guillermo Capetillo, como padrino, el señero David Silveti como testigo, un astado de su lote propiedad de la venta del refugio, “Nevado” se encargo de herirlo en el muslo mientras se encargaba de engalanar las pupilas de los presentes.
Enrique Ponce se ha presentado innumerable cantidad de veces, tardes de grandes triunfos a lo largo del orbe, las ferias más importantes han sentido su genio para la tauromaquia, deslumbrando a sabios aficionados del toreo. Expresándose sobre la manera de hacer tauromaquia, hacerla con esencia, con tradición de buen gitanillo, el querer sobresalir de Enrique Ponce en un mundo cada vez de gusto más complicado ha hecho que miles expandan sus horizontes, ha creado un mundo taurino tan complejo, pero a la vez tan extenso permitiendo ser la influencia de los futuros representantes de la fiesta más bella, inspiración de artistas que intentan plasmar un instante en una obra que quede para la posteridad.
Gran cantidad de trofeos demuestran la capacidad que tiene para desempeñarse en lo que hasta ahora ha sido el motor de su vida, la regularidad de la cual es poseedor, se sincroniza con el perfecto recorrido de su naturaleza, con la pasión de enaltecer cada vez más la esencia propia del toreo.
Las distinciones no se hacen esperar, después de la presencia que ha adquirido en todos los ámbitos, su trabajo, profesionalismo y nobleza se han encargado de sublevarlo hasta el último piso del Olimpo taurino.

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