Este 2009 el toro es noticia en el Perú porque la Plaza de Acho limeña, la más antigua de América, ha traído un cartel de lujo: José Tomas, el Juli, El Cid y Enrique Ponce se codearon este año con prometedoras figuras peruanas y hasta con curiosidades como la participación del niño mexicano Michelito, que con 11 años y metro y medio de estatura se estrenó como novillero.
La presencia de todas estas figuras ha hecho que el número de abonos casi se triplique en esta plaza de 13.000 asientos, pese a que los precios de entradas y abonos han subido en algunos casos hasta el doble.
Las clases medias y pobres hace ya años que habían desertado de la Plaza de Acho ante los altos costos, convirtiendo la fiesta en un evento casi exclusivo, una tendencia que Taurolima, la empresa que gestiona el coso limeño, ha intentado revertir este año, como explicó a Efe Freddy Villafuerte, director de la empresa.
De este modo, se ha reforzado la publicidad después de que las marcas tradicionalmente auspiciadoras retiraran sus anuncios ligados a la corrida ante la presión de grupos antitaurinos, pequeños pero muy activos.
Taurolima intenta que regresen a la gran plaza limeña los andinos emigrados a la ciudad, que pese a desaparecer de Acho mantienen vigente la fiesta en plazas portátiles de la periferia limeña, donde se torea un ganado no siempre acorde con las estrictas reglas de la fiesta.
Fuera de Lima, los más de quinientos festejos que se celebran en el interior del país tienen un impacto mediático nulo, incluso entre la prensa local. Solo por internet los aficionados del mundo se enteran de esos festejos desprovistos de "glamour" y de estrellas.
Hoy recorren los Andes de norte a sur toreros de diversas naciones,-españoles, colombianos, mexicanos- para completar el cartel de unas corridas que son parte central y fundamental de las fiestas patronales.
Algunos toreros españoles que no tuvieron fortuna en su tierra han hecho las Américas y han llegado a convertirse en verdaderos ídolos locales, como es el caso de David Gil, matador de Linares: "Estoy acostumbrado, pero la fortaleza de la fiesta en Perú sigue siendo asombrosa", señala.
Algunas de las fiestas solo tienen de corrida la presencia de un toro, pero no por ello dejan de tener un enorme gancho popular, como el Yawar fiesta, en la que un enorme cóndor es atado al lomo de un toro, al que se deja encabritarse con el ave enloquecida que le picotea la piel mientras es capeado por los pobladores.
La realidad actual es motivo de optimismo: pese a que en los años ochenta empezaron a desaparecer las plazas firmes en las ciudades de la costa, un paulatino proceso ha ido dando formalidad a los festejos de la sierra.
El ganado de casta se ha ido convirtiendo en una necesidad y con ello se ha hecho viable la renovación de la cabaña brava, tras la atomización en que quedaron reducidas luego de los terribles años ochenta, dominados por el terrorismo y las tomas de tierras.
Los toros son el espectáculo que atrae a más peruanos después de los conciertos musicales. En pleno siglo XXI, esta fiesta mestiza por excelencia sigue viva y pujante en Perú. (EFE)
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